La movilidad es uno de los de mayor peso, y existe un objetivo en el que todos los agentes implicados en este sector coincidimos: para crear ciudades más limpias y agradables, es necesario sacar los coches de las calles y devolver espacio a los peatones.
Cambios en dos décadas
En las próximas dos décadas no veremos una disminución de coches en uso. Tras la pandemia, el uso del vehículo privado ha ganado peso frente al transporte público, que todavía tiene muchas carencias, especialmente en ciudades pequeñas o en áreas periféricas. Además, las restricciones de los planes de movilidad que persiguen una ciudad más limpia afectan a los coches más contaminantes. Las opciones más plausibles en el presente, como los vehículos eléctricos o los de movilidad compartida, también circulan por las carreteras y necesitan aparcar. Ser conscientes de este escenario en lugar de demonizar al coche es la única vía para trabajar por transformarlo para que sea lo más sostenible y eficiente posible, una tarea que empieza por identificar los problemas específicos y buscar soluciones.
Los parkings juegan un papel fundamental en la construcción de esa ciudad del futuro que todos proyectamos
Pongamos un día normal en la ciudad y en hora punta. En los momentos pico de tráfico, el 35% de los vehículos en circulación están buscando aparcamiento. Esa búsqueda de aparcamiento es, a su vez, el momento más contaminante. Problema identificado, búsqueda de solución: tener un parking seleccionado y pagado de antemano en la zona de destino, sobre todo si está en un centro de ciudad, reduce el tiempo de búsqueda hasta en 15 minutos, con el ahorro de emisiones de CO2 que ello conlleva.
Los parkings juegan un papel fundamental en la construcción de esa ciudad del futuro que todos proyectamos. Su rol es el de espacios que se adaptan a la ciudad y actúan como extensión de la misma, en lugar de como agentes de movilidad individuales. El parking del futuro no es solo un lugar donde se aparcan los coches, si no un hub de servicios a disposición de los ciudadanos que no tienen por qué estar a pie de calle para funcionar. Así, las plantas superficiales de los parkings serían extensiones de la calle, con el equivalente a zonas verdes y azules, aparcamientos para bicicletas, para vehículos de movilidad compartida, electrolineras o taquillas de recogida de paquetes. Las plantas inferiores se destinarían a otras actividades, como centros de distribución de última milla para una logística más eficiente, almacenamiento para negocios o incluso granjas de ordenadores. Todo esto puede sonar a ciencia ficción, pero en el proyecto de parking del estadio del Bernabeu, que albergará el mayor centro de movilidad sostenible de la ciudad, tenemos el ejemplo de que esta es la dirección hacia la que caminamos.
Mientras miramos al futuro, no debemos descuidar lo que ya está presente y aprovecharlo. No se trata solo de construir nuevos parkings, sino de detectar los que están construidos e infrautilizados (principalmente en edificios de oficinas) y aprovecharlos. Lo que subyace detrás de esta idea no es más que el principio básico de sostenibilidad: menos y mejor aprovechado.
Las soluciones presentes y futuras convergen en un objetivo último: una ciudad en la que las personas son protagonistas y dominan el espacio público; una ciudad en la que el coche está presente y sirve su función, pero no es un problema para el medio ambiente ni para los ciudadanos.

